sábado, 28 de septiembre de 2013

Jossimar Calvo, el campeón mundial silencioso

See on Scoop.itRevista Magnesia

A las ocho de la mañana el coliseo tan sólo está habitado por una docena de gimnastas que entrenan bajo las órdenes del profesor Jairo Ruiz. De un lado para otro vuelan por las barras de goma estos jóvenes como si fueran criaturas mitológicas. Entre ellos un diminuto pero macizo joven se destaca por su concentración. Mientras el resto habla o canta el reggetón de moda que suena por los parlantes del lugar, el muchacho permanece  inmutable, untándose las magulladas manos de magnesio y miel, observando fijamente los anillos donde dentro de unos segundos se subirá y empezará a dominar con la agilidad de un insecto gigante. Este pequeño hércules  no tiene nada que ver con el niño langaruto, de mirada hundida y tez curtida por el sol que enloquecía a punta de cabriolas, medialunas y parada de manos a Doña Nora 15 años atrás.

 

Sin saber muy bien qué hacer con ese diablito cargado de energía que no paraba de subirse a los árboles como si fuera un mico anfetamínico, decidió un día meterlo a un vacacional en el instituto de recreación y deporte de Norte de Santander. Nora amaba a su hijo pero su oficio de modista requería toda su concentración. Tenía que coser de sol a sol para poder mantener a sus cuatro hijos ya que su esposo casi siempre estaba por fuera, perdido en cualquier esquina, gastándose los pocos billetes que ganaba en cerveza.

 

Al segundo día de tenerlo en el vacacional la profesora le preguntó si el pequeño Jossimar había recibido previamente alguna clase de gimnasia “El muchacho está para darme clases a mi” Le dijo la educadora. Nora no supo que decir. En la casa ni siquiera habían visto las olimpiadas “Tampoco jamás había llevado mis hijos al circo”. El chico al parecer había nacido con el don.

La profesora, sabiendo de que al frente tenía un talento de esos que se ven una vez cada siglo llamó a Jairo Ruiz, el entrenador experto en descubrir y pulir a los mejores gimnastas del país. Jairo quedó deslumbrado ante las evidentes capacidades del chico y lo llevó al destartalado centro de entrenamiento del INEM “Allí no contábamos con todas las ventajas que tenemos ahora… a nosotros nos tocaba trabajar con las uñas” Recuerda una década después el entrenador, mostrando orgulloso los implementos que acaban de llegar para conformar el centro de alto rendimiento que el mismo ha ayudado a construir “Jossimar era tan pequeño y tan flaco…. Nunca tenía hambre, a juro tenía que tomarse la sopa. Nunca probaba el seco. Estaba ingerido. Acá Jesús Romero (Quien después fuera campeón nacional y panamericano) le puso el apodo de lentejita y así se quedó, porque era tan pequeñito como una lentejita”. Pesaba 16 kilos y apenas rozaba el metro de estatura.


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